18 may 2009

Ese amor movería montañas.


Me conmovieron los ojos de ella porque en vez de comprenderla me sentí comprendida. Yo me sentía igual, como si tuviera las mismas primaveras encima. Ella esta sentada, frente a su escritorio antiguo, pero armonioso aún, está por demás aferrada a un hombre del cual yo también estoy enamorada. Las palabras que escuché de su boca me movieron el cielo y la tierra. Se notaba que no aguantaba más de tanto amor, que le cortaba el aliento. Estaba triste, me lo contaron sus ojos. No me costó mucho notar que hacía un millón de lunas que lo esperaba, por más vacías que éstas parecieran. Escribo en su lugar porque está devastada, no quiere cerrar los ojos, me explica que su realidad es infinitamente gris por intentar decirlo de alguna forma, no quiere comer y me pregunta constantemente que pasará ahora. Me duele en el alma no poder darle una respuesta certera. Me pide un cigarrillo y una canción. Piensa que el hombre que la alumbra no la tiene en cuenta y desea ansiosamente que la esté pensando como ella lo está haciendo. Lo desea, es cierto. Le agrego a mis habladurías un tiempo al tiempo y dejo que fume tranquila. Me inspira melancolía, porque veo sus ojos y no están acá, no puede concentrarse en nada concreto, no escucha, ni siquiera guarda la invencible manía de morder sus uñas. La miro nuevamente y sigue estando ida, volada en algún lugar que conozco pero donde no me atrevo a acompañarla. Esta con él. Quizás viva en el pasado. La veo y sé lo que piensa, como si fuera yo misma la que estuviera sintiendo. Se siente la única culpable de su presente, ya que nadie la obligo a sentir algo tan profundo. Imagino su pasado, hubo un gran cambio, su sonrisa no es la misma, ahora es sólo un disfraz. Nadie la va a entender, por eso ya no habla del tema, además es conciente de que no tiene solución, o mejor dicho depende de una persona que no está dispuesta a solucionarlo. Está más que claro que ya no es la misma, y sospecho que jamás volverá a serlo, en principio porque a pesar de sus escasos años creció y obviamente va a seguir creciendo, pero por sobre todas las cosas por ese amor que la marcó, que le quitó las ganas de creer y de querer, ya no piensa que el amor es tan bonito como lo describen las típicas tarjetas de novios. Pero sabe que si él estuviera con ella, ese amor movería montañas.

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