3 sept 2009

cuatro letras que unen y distancian

Era lo que se debían, esa charla pendiente, ese ajuste de cuentas. Ella llegó con su mejor sonrisa, como si el nunca hubiese podido borrársela (aunque todos sabemos que así fue). Se la notaba bien, estable, y totalmente tranquila. Él la esperaba, en su afán de ser el más impuntual, con ella siempre intentaba cambiar esos pequeños defectos.
No se puede negar que la situación era un tanto tensa, incómoda y hasta rara. Se miraban, pero se desconocían, definitivamente no seguían siendo los de antes. Yo les avisé, todo cambia, y ellos no fueron la excepción. Caminaron por los lugares donde solían estar, vivir, y en donde compartían el mismo aire durante los viejos tiempos. Pasearon por esos lugares, que a todos nos quedan guardados en los recuerdos de alguna que otra historia. Se sentaron donde siempre, en los mismos lugares, en la misma posición que siempre solían adoptar. No sabían muy bien que decirse, pero era más que necesario dejar en claro algunas cosas, por no decir todas. Ella tenía muchas dudas, preguntas y reproches, no por despechada, sino porque estaba en su derecho de querer saber el final de su historia. A mi entender, él le iba a mentir como siempre, le iba a dibujar las cosas, a pintarle el mundo perfecto, a invitarla a una utopía inalcanzable. Y como supuse, las cosas volvieron a quedar inconclusas. Ellos no eran sensatos, y nunca fueron del todo honestos entre sí. Su historia se alimentó, desde el principio, de enredos, mentiras y destiempos...
Cuando uno intenta e intenta con algo que lo frustra y trauma, pero sin embargo sigue sin lograrlo, tal vez tengamos que pensar que el azar, por no llamarle destino, es así y punto. Pienso que nunca hay que dejar de insistir, no hay que desistir, pero cuando una situación es un círculo vicioso que no acaba, no queda otra que unirse a el y rodar. Porque la vida es eso, una rueda: gira, avanza y no espera. Depende únicamente de nosotros, estancarnos, que nos frenen, o poner nuestra mejor sonrisa y seguir girando.
Ella, no muy conforme con las respuestas de el, se dispuso a cambiar la página y a aceptar que todos en la vida tenemos un capítulo pendiente, al cual podemos volver algún día, o dejarlo ahí abierto pero en su lugar.
Si hubiera sido en otro momento de su vida, este encuentro hubiera sido el causante de lágrimas y largas charlas con sus amigas, para tratar de encontrarle la vuelta. Sin embargo, volvió a su casa con una sonrisa, como la de alguien que trama algo, volvió tranquila y confiada. Porque pase lo que pase, sean ella o ellas, el siempre terminaba volviendo a ese capítulo que tanto les cuesta cerrar. Sigo insistiendo en que hay algo que los une…

Pero todavía no sé que es.


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